viernes, 12 de enero de 2018

Ignacio Fortun


Recientemente visitando Zaragoza, descubrí a un artista que merece algo más que unas palabras para definir su obra. Se trata de Ignacio Fortun, oriundo de Zaragoza, donde comenzó su carrera artística y mantiene su residencia. Comenzó su andadura en los años 80, una primera etapa rabiosamente figurativa, de carácter muy expresionista en cuanto a carácter, color y por adquirir una postura mas intuitiva y subjetiva del arte, en la que el artista adapta y moldea su realidad mas cotidiana en hacer una critica muy personal e irónica de ciertos estamentos de la sociedad.
A finales de los 80 da un giro a su carrera, y trabajará de una forma muy poética y especial el paisaje, desde un punto de vista muy emocional, seguirá experimentando , observando y estudiando éste bajo un prisma de intimidad; será a partir de 1997 que retoma de nuevo su ciudad, su barrio, y comienza a realizar pinturas de nuevo realistas y figurativas dentro del denominado paisaje urbano. Para ello retoma todas aquellas estampas de su barrio y las reinterpreta. Lo más destacable e importante de esta etapa es que cambia de soporte pictórico, cambia el lienzo por soporte metálico, material que permite al máximo jugar con la luz, y este hecho significará una búsqueda constante en toda su obra a partir de ese momento hasta nuestros días. 

Triptico (1984)

Cuando visualizas por primera vez su obra sobre planchas de zinc, desde lejos, no sabes bien si se tratan de óleos o no, lo que ya se deslumbra son la increíble gama de luces y sombras, y como unos toques de color dan una perspectiva muy profunda de las imágenes. A priori, utiliza las planchas de zinc como un grabado tradicional, trabajando con incisiones, con aplicación de ácidos y pigmentos, en los que va y viene, es decir, va limpiando y aplicando, el ácido va cumpliendo su cometido instalándose a veces aleatoriamente y lo que se desprende son fuentes de luz que en unos casos parecen naturales de la propia escena que representa.
Durante todos esos años trabajará el paisaje, la figura humana desaparece totalmente de su obra artística- Será a partir de 2009 cuando de nuevo incluirá personajes en sus obras.

Bar el Pozo 2004

Una vez mencionada las diferentes etapas por las que pasa la trayectoria artística del pintor aragonés, me centrare en la primera y la ultima, no por que no haya encontrado motivos suficientes en las otras tres restantes, sino porque tanto la primera, como la ultima si han despertado en mi una mayor atención.

 
¿Quieres peras o melocotón? 1983

Sus primeros pasos en la pintura se mueven por un lenguaje figurativo, para algunos estos primeros trabajos se acercan al realismo mágico, para otros son pinturas muy realistas e incluso rozando al hiperrealismo - no tanto en su factura, pero en si en la amplitud de detalles-, aunque también podríamos  encajarla dentro de un genero como es la pintura costumbrista. ES un hecho que durante seis años retrata todo aquello que pertenece a su vida, su entorno, no es baladí que lo mismo toca un tema religioso, que representa una escena domestica familiar, que retrata a las prostitutas como si fueran su vecina del quinto. Un ejemplo de ello es el cuadro Una puta embadurnada de Nivea (1983) donde nos muestra a una vulgar puta -sin ningún animo de ofender-, en un encuadre totalmente clásico, sentada, al fondo a la derecha a modo de ventana renacentista, se vislumbra parte de la ciudad.. La mujer, toma el sol y para ello se sabe que anteriormente se ha bajado los tirantes y deja entrever sus pechos, - acto  que por otro lado es muy natural y que toda mujer hemos hecho alguna vez -. Es una situación normal, es mas, el hecho o acción de tomar el sol no es lo que llama la atención, es el lugar, ese pedacito de balcón que encierra tantas verdades y tantas realidades de la vida. SI, ella es puta,  primero porque el titulo del cuadro ya te predispone, pero también por la desfachatez del cuerpo, la grosería, el excesivo maquillaje del rostro. Esta mujer que a priori es de vida fácil, tiene en su terraza una virgencita que la protege,  decora la pared y la corona a ella, !Es puta, pero creyente! Y por que no? Pero también es ama de casa, la fregona, el suavizante de ropa, la basura las sabanas y almohadas ventilándose en la ventana tras una noche de trabajo, que seguramente no de deseo... Son quince minutos, quizás treinta de descanso en la que una puta, una mujer creyente, una ama de casa, una mujer al fin y al cabo cierra los ojos y reposa y tal vez sueña... En fin, Ignacio en tan solo esta pequeña acción nos esta contando una historia que va mas allá de la realidad dentro de muchas historias que suceden en barrios de clases muy humildes de cualquier ciudad.

Una puta embadurnada de Nivea 1983

Ignacio muestra en esta primera etapa asuntos importantes y significativos en su vida, la religión, la familia, el pulso de la ciudad, más concretamente su barrio, el vecindario, la normalidad o no normalidad de la vida cotidiana y/ó doméstica, con personajes habituales y cercanos a su propia existencia.  Es la cruda realidad, tal y como el la ve pero bajo unas pinceladas un tanto irónicas, que tal vez para algunos se conviertan en irreverentes como es el caso del Tríptico del Milagro (1984), en el que los papeles se revierten y los santos bajan a la tierra, ó las “señoritas de compañía” adquieren el nivel de santa al ponerlas en un pedestal, de ahí la imagen de la mayor autoridad eclesiástica, un obispo con su tiara y demás elementos representativos, pero eso sí, dándose un buen baño de pies en un simple barreño mientras come un también vulgar bocadillo de salchichón por poner un ejemplo. 

 Y así desde sus comienzos hasta su trabajo actual, entre sus vida vecinal, y sus idas y venidas a Madrid, sus viajes, sus paradas en pensiones baratas han ido configurando un escenario propio. Tanto entonces como ahora en el fondo hay un residuo de soledad, melancolía, son lugares que caen en lo fantasmagórico, algunos rozan la ciencia-ficción.


Desde 2005 hasta nuestros días su lenguaje plástico está claramente encauzado y claro; domina el soporte sobre placas de zinc. Al artista aragonés le gusta trabajar en serie, así tres de sus últimas series como son Tránsito (2005-2006), Mediterráneo (2005-2009) y Los Nadadores (2011 – 2016) son claro ejemplo de su propuesta artística. Cito en particular, la primera y la última porque vuelve a incluir al ser humano en sus relatos. Pero esta vez, los personajes no cuentan tantas historias, son parte del escenario, del paisaje elegido. Son humanos con un aurea irreal, mágica, desoladora en algunos casos. Ya no son tan descriptivos y detallistas en su representación, lo importante es la esencia y el alma de estos personajes que están muy presentes, aunque nos aparezcan de espaldas, de perfil, nadando… la esencia y el alma están ahí, bañados por una luz intensa en algunos casos y en otros en penumbra, pero todos ellos son reflejo de una búsqueda interior y muy particular del artista. La luz, podríamos decir que es la que marca cada secuencia y cada escena de su obra, Ignacio tras casi tres décadas de trabajo ha conseguido captar las luces y sombras (ideal por otro lado tan barroco) para mostrarnos la vida así, como el la ve, el amanecer y el anochecer, el resplandor y la oscuridad, la vida y  la muerte, el día y la noche.